Amai Teki

Es hora de dejarte ir

Tomaste la decisión por ambos, y ahora es hora de dejarte ir. Nunca deseé que nuestra conexión llegara a su fin, pero tu recuerdo persistente sigue haciendo un agujero en lo más profundo de mi corazón. Te amé como nunca amé a nadie, con la intensidad de mil soles que se apagan en la noche.

 

Anhelé atravesar océanos y montañas enteras solo para tenerte un instante a mi lado. Quería conocer cada matiz de tu olor, sentir el roce suave de tus dedos como notas musicales en mi piel, y perderme en el laberinto de tu cabello largo. Deseaba ansiosamente escuchar tu voz real, sin filtros ni distancias, mientras pasaba noches en vela sumida en la esperanza de tu eco.

 

Recuerdo aquella noche gélida, envuelta en mi cobija, donde tus palabras danzaron en mis oídos como una suave melodía, pero cargadas de una electricidad que tomó fuerza en un instante, acelerando mi corazón hasta el límite de lo soportable.

 

Desde ese momento, quedé hechizada, transformada por el fuego de tu presencia. Te entregué mi experiencia, mis fortalezas, mis sueños más íntimos. Tú, a su vez, absorbiste todo como la tierra fértil, y ahora veo cómo han florecido en ti bellos tulipanes y rosales, alimentados por la esencia misma de tu alma.

 

No puedo evitar sentir una envidia punzante, como una daga que se clava una y otra vez en mi pecho. No puedo dejar de pensarte, de buscar tu sombra en cada rincón, aunque sé que ya no estás. Solo logré fortalecerte mientras yo me volvía más débil ante la idea de tu ausencia.

 

Aunque te amo con la intensidad de mil tormentas, también puedo envidiarte, extrañarte y hasta odiarte en la misma medida. Gracias por arrebatar de un solo golpe todo el amor que mi alma estaba dispuesta a ofrecerte.

 

Es hora de soltarte, de permitirte partir sin más resistencia. Jamás dejaré de evocar tu recuerdo, tal vez nunca dejaré de amarte en la distancia incierta del tiempo. Quién sabe si algún día, en una encrucijada del destino, nos encontraremos de nuevo.