Vencidos por las cuatro
-la hora de tomar el captopril-
los suspiros retornan a habitar la intención.
Cercados por la prisa,
no osarán transgredir nunca el silencio,
el mal humor de un sueño auto inducido,
acalorado y frío,
innecesario,
pero al final de cuentas preferible.
Vírgenes sin decoro
adormecen el vicio
de pasearse las noches con velas de vainilla,
cuanto más escribimos.
Morir de amor es inmortalidad imperturbable.
Una muere de sed,
sed de bebidas embriagantes.
Una muere de hambre,
hambre de muerte que avanza con las nubes
en forma de epidemia.
Epidemia de blanca hostilidad que se disfraza
con un velo de angustia.
Una copa de insomnio, un antifaz misterio
de miserias
menos concupiscibles que la tierra.
Las alondras astutas ya no se multiplican,
se acicalan las plumas como Celia, la gata.
Alguna vez quise volar
ya no sé despegar más que los párpados.
Estaré alerta siempre,
siempre despierta, alerta
al vaivén de las células diabólicas
qué describen trayectos
en la sala de espera.
( no le puse fecha,,,, sólo recuerdo que era un martes, o un jueves... lunes????)