Muere el atardecer en un vaso de oscuridad servida con sabor a nostalgia,
su luz se opaca mientras otra se alza con su luz pálida y blanca,
aparece con su aroma a fresco y húmedo,
como el susurro de un nuevo comienzo en la noche.
Más allá, entre aquellos bosques adornados con árboles viejos,
cuya corteza es seca y arrugada, hojas marchitas y amarillentas,
allá, entre aquellas sombras,
lloran con desconsuelo las farolas solitarias,
las cuales iluminan el camino con su titilar melancólico.
A pesar de la lejanía, un ángel te aguarda en la esquina,
esperando tu llegada con sus alas abiertas,
dispuesto a acompañarte en el viaje a través de la oscuridad,
con su luz suave y reconfortante,
guiándote con ternura hacia un nuevo amanecer.