Nitsuga Amano

El tren de la feria

Bajo la noche azulada sembrada de estrellas, con la luna oculta tras la oscuridad, aquel momento de alegría se manifestaba al subir en aquel tren de la feria.

 

 

Al abordar el tren, mi corazón latía al ritmo de cada vuelta,  

como un niño que sueña ser conductor y explorar cada paisaje inexplorado e inimaginable.

 

 

Ser invadido por el aroma fresco de la montaña, el olor quemado de la madera, ver diferentes montañas alzarse majestuosas, contemplar las lagunas donde la luna reposa.

 

 

El aroma de los puestos, un banquete para los sentidos,  

me envuelve con un abrazo cálido,  

mientras las luces colgantes destellan como estrellas en el firmamento.

 

 

En aquel tren, de color verde, con líneas rojas y cinco vagones,

la infancia danzaba con la inocencia,  

y el tiempo se detenía en cada giro,  

un tesoro de recuerdos, un viaje sin prisa.

 

 

Con unas monedas de plata,  

adquiríamos un instante de felicidad,  

y en cada risa, en cada giro,  

guardaba como un tesoro aquel recuerdo.