Al llegar a esa estación, vagos recuerdos se agolpan en mi mente,
el aroma de las flores, el tibio calor de la tarde,
aquellas largas caminatas en mi adolescencia
hacia la parada del colectivo.
Las nubes, fieles compañeras de mis caminatas,
testigos silenciosos de mi larga espera.
Vi las primeras hojas caer lentamente al suelo,
señal de la llegada del invierno.
Bajo la sombra de aquella mora, en el refugio de su frescor,
recordé con nostalgia esos momentos que no supe apreciar en mi juventud.
La caricia suave y fresca de la brisa evoca aquellos días de verano,
momentos que anhelaría revivir una vez más.
A mitad de la adultez, la reflexión me envuelve,
oh, esa vida de adolescente que nunca supe valorar.
¿Quién pudiera volver a sentirte una vez más?