Carlos Hector Alvarez

A CARMELA, nuestras vidas

 

 

Tus ochenta y cinco flamantes

y mis viejos noventa años

nos dicen,

el tiempo, se fue en un instante.

Sin quererlo,

nos quedamos solos,

los hijos cual aves radiantes

con sus alas abiertas,

levantaron vuelo

al igual que un día

lo hicimos nosotros.

Hoy en la casa vacía

no aturden sus gritos

ni se oyen sus cantos

llenos de alegrías

tampoco se oyen los llantos

por perder en las porfías.

sólo quedamos, tú y yo.

Mis manos ya tiemblan,

las tuyas, están firmes

y suaves, cual flor.

mis piernas

ya no me ayudan

porque sin fuerzas quedé.

Si al buscarme,

ves que no aparezco,

no tengas miedo,

búscame en el suelo

porque al caer de la cama

ahí me quedé

al no poder levantarme,

lo que es natural a mi edad.

Más allá de esas dificultades

Inoportunas y pasajeras,

fue todo muy lindo,

lo que contigo he pasado,

fueron lo mejor de mi vida,

siempre te estoy agradecido

como agradezco a Dios

el haberte conocido.