Haz Ámbar

Los demonios del infierno

Estoy en un atasco

y todo esto va a la sangre.

Ya si apenas me descalzo

bien será que te abras cauce.

Nunca tanto aquí a mi alcance

estuvo mi propio autorretrato.

Si copio quizá a alguien

será porque no me parezco yo a mí tanto.

Las paredes hablan un lenguaje 

no del todo indescifrable

para mí que estoy soñándolo

como fuera aquellas veces.

Por el mundo va mi trazo

como un agua transparente 

que bajando por montañas

contigo tal vez se encuentre.

Tengo poca confianza

en que llegue la catarsis,

un futuro más alegre.

Yo he causado mis desastres

y ahora es tarde para vernos

reflejados en las páginas 

según me voy quedando sin cuaderno.

Yo escribo aquí un lamento

eterno que ha del todo consumarse.

Los demonios del infierno

sólo existen en mi mente,

pero qué vacío está sin ellos

el entero continente.

Si pudiera darles crédito

cedería mis terrenos,

todo a cambio de una suerte

de sustancias que me eleven

lejos de este encierro para siempre.

Me molesto y soy paciente:

no me acuesto hasta que acierte.

Mi ambición es desmedida.

Ya del todo me saturan 

sus mensajes subyacentes.

Son mis puntos de sutura

los que saltan como pulgas 

poco a poco invadiéndote.

De estas fiebres tú me purgas:

pelear es de valientes.

Mis pasos puede se confundan

sobre todo algunas veces

en que a través de la penumbra

van detrás de su interés.

Me descargo cada viernes

de lo que bien pudiera ser;

es tan sólo una tendencia de momento

pero quién sabe qué después.