Las torres se levantan imponentes, el cielo azul de fondo las adorna, las antenas de cables para telefono e internet las coronan, desordenadamente, por eso las torres, desde lejos, pareciera que estuvieran borrachas y fueran unas holgazanas. El monte, alrededor de la valla de concreto que les separa, siempre están amenazadoramente intentando brincarlas y traspasarla.
En el centro de este urbanismo, los remolinos bailan escandalosamente, y al que se atreva maldecirlos, les persiguen, rodeando las torres, pintándolas de amarillo, obligados desesperadamente a cerrar las ventanas y trasluz y el papel que las cubre, la gente se persigna, recordando viejas tradiciones, para espantar los remolinos, que son según los cuentos de las abuelas, son diablitos danzantes, que sueltos andan retozando en su libre albedrio, tratando de asustar a los incautos, que no reconocen su fuerza y su poder.