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Canción desesperada

Mira a través de mi mirada,

huele lo que huelen mis narices,

toca lo que temblorosamente toco

y bebe lo que lentamente se desliza

entre mis dientes y mi lengua

que no es más que el ocaso y la penumbra.

 

Ocaso por encontrarme entre dos tierras

a punto de perderme con la luna

y deseoso de llegar hasta tus piernas

que hoy son el sabor de mi ultratumba.

 

Mas hoy despierta y sin cantos de sirena

pídeme entre dientes, susurrando,

que recorra mil países, mil culturas,

hasta llegar al salitre de tu boca.

 

Salitre que a mí cura las heridas

contrariando a sabios y vetustos.

Y acógeme cual balconada verde

acoge al triste viajero solitario.

 

 

Si nos mordimos como el fuego;

dejando heridas, que sean heridas duraderas

y no quijotescas desventuras,

que hoy yo me muero en el anhelo

de saber que me encuentro ante tu puerta

escuchando tus suspiros y desvelos.

 

Abre de par en par la primavera

y retomemos los meses de la lluvia,

de la lluvia que limpia las angustias

y funde la nieve en la vereda.