Juanca7723

LA VIOLINISTA MALDITA DE FUDA

Me llamo Carlos, soy un jóven de 16 años que tiene una historia que contarte. Esta misma se remonta hasta hace unos pocos meses, sigo un poco asustado desde entonces.

Empezaré desde un principio:
En la lejanía de las montañas de Oriente, hay un lugar llamado Fuda, es un lugar que todos hemos visitado aunque sea una vez en nuestras vidas (las personas no tienden a acordarse a medida que van creciendo), es una lugar que solo se puede entrar en ese sueño de medianoche que nos aguarda como un lobo hambriento. Fuda, fue mi lugar favorito de vacaciones, de diversión. 
Era un día como cualquier otro en la bella Fuda, esas pequeñas flores rojas del suelo estaban floreciendo más rápido de lo normal, uno nunca creería ver tal cosa extraña. Estaba paseando por la venida 3, un parte muy pacífica, cuando fue que de pronto encontré una muy guapa muchacha que paseaba con su sombrero blanco muy elegante y su violín en una especie de bolso que se le veía muy bien.
-Hola-le dije nervioso.
-Hola, ¿Qué tal?-me respondió.
-Muy bien, ¿Y tú?-pregunté.
-Bastante bien, aunque un poco perdida porque llevaba mucho tiempo sin venir de visita.
-Te puedo ayudar.
-¿Sabes dónde queda el gran árbol del lamento?, el del cementerio.
-Sí, ese mismo árbol gris. Queda a diez minutos si caminas de aquí al fondo y giras por la derecha- le indiqué más alegre que nunca.
-Muchas gracias, Carlos.- di media vuelta para regresar a casa y detenerme toda la noche a pensar en ella.
Me di cuenta de algo muy extraño, me volteé rápidamente.
-De nada. Espera... Yo no te dije mi nombre, ¿cierto?- me estremecí.
Ya no estaba. Solo quedó su gracias, flotando en el viento de la venida 3.
Al día siguiente volví a Fuda, había escuchado que habría un show de violín en el cementerio, exactamente por los lados de aquel árbol gris de la charla con esa extraña pero muy bella muchacha.
Me fuí a buscar a la señora Clemencia, una encantadora mujer muy amiga mía, ella siempre sabe alegrarme el día cuando me invita a su casa a tomar el té.
-Buenas tardes, señora Clemencia. ¿Ya supo de aquel evento en el cementerio?.
-¡Sí!, no te preocupes buscando a alguien con quien ir, tal vez tenga 57 años, pero sé divertirme como una quinceañera.
Nos dirigimos como flechas recién lanzadas por el arco, hacia el cementerio. Estaba lo bastante lleno, porque hasta la gente se sentaba en las tumbas (el Padre de la iglesia se indignó y comenzó con su rosario).
Tomamos asiento en unos pequeños bancos de madera, aparentemente nadie los había visto, qué suerte la nuestra.
-Buenas noches, queridos espectadores. Soy Andrea, la violinista.-se presentó aquella señora con un extraño sombrero blanco.
Y no fue hasta que alzó su delicada cabeza que me di cuenta que era aquella muchacha de la venida 3.
Estaba muy ansioso por escucharla tocar su violín.
-En esta noche de luna llena, les voy a dedicar una pieza que compuse, se llama: \"Las almas que robé\".
En ese mismo instante mucha gente empezó a aplaudir con fervor y muchas ganas de oír la melodía, que extrañamente venía acompañada con su voz.
-Los recuerdos de mi infancia no existieron,
Solo eran otro feo recuerdo.
Mi lamento lo escuchaba el mismo cielo,
Al que le importaba un bledo.
Mi sed de venganza pedía sus almas,
Pero eso nunca me sació...- como por arte de una muy oscura magia, su vestido se tornó muy oscuro y su sombrero desapareció y, se reemplazó por un manto que cubría sus ojos que lloraban algo como ceniza que le quemaba la cara.
-En mi último suspiro,
Juré no comerme sus mentiras.
En mi último suspiro,
Imploré no recordar su rostro.
En mi rostro posé sonrisas,
Pero ahora quiero
Comerme sus alegrías...
Extrañamente a todos los presentes nos dió un miedo muy profundo. Nadie aplaudió. Ella comenzó a reír...
Reía... Y reía... Su mueca burlona vomitó sangre y todos los presentes comenzaron a correr.
-¡Corran!- gritó una mujer angustiada.
Todos corrieron como locos pero el cementerio era lo único que flotaba en este espacio de sueños, era imposible salir, había un vacío después de sus puertas. 
La mujer convirtió su violín en una espada y comenzó a cercenar cabezas y a beber sangre de inocentes. Los muertos se levantaron y todo se convirtió en un festín caníbal de muertos con hambre.
La señora Clemencia estaba tirada en el suelo mientras dos muertos comían de su rostro y otro más comía sus tripas.
La mujer se me acercó y me dijo claramente...
-Despierta, pecador.
Cuándo me di cuenta, todo era una horrible pesadilla, estaba bañado en sudor, en mi cuarto. Corrí a la ventana y la abrí para mirar si no habían muertos matando a la gente para saciar su hambre. Por milagro de algún santo, no había nada más raro que uno que otro borracho dando la buena vida.
Escuché una voz en mi oreja...
-Tú no te escapas...