Insomnioptera

Telares VII

Alondra se desplaza

del fin del arcoíris al cuarto de tiliches.

Aquí las dos almacenamos nuestros sueños,

nuestros anhelos, y por qué no,

nuestros recuerdos.

Vencemos nuestros dedos a la postre

de un piano que no existe.

Componemos alegros tan pausados

que se duermen y duermen

traspasando ventanas y veredas.

Julio termina ya.

Esto apenas empieza.

Nos vestimos de luto pada tomar el té.

Gasa a gasa se vuelan las cortinas que rechazan el sol,

y éste se está marchando lentamente,

transportando los prismas de la tarde

hacia otra parte, hacia otro lado.

Nos conformamos poco  con esta oscuridad

ya que no hay más colores para pintar al oleo.

Nos pintamos la cara para barrer estrellas.

Recostamos la tarde en el regazo,

en el preciso instante en que notamos

que se aproxima el alba y nos revelará

que somos menos jóvenes y  bellas.

No dormimos,

no soñamos jamás,

ese fue el pacto que hicimos al principio.

Recolectamos bases y vestigios

de días que pasaron

sin detenerse, al menos, a mirarnos,

a remendar (talvez) nuestros zapatos.

Anhelamos el aire sulfuroso de la amada ciudad.

Suponemos que el Co2 empecinado nos librará por fin

de la toxicidad que nos produce

encontrarnos ahogadas con nuestro corazón

en este cuarto a solas. 

 

Y vivimos a gritos esta angustia

que ciegos construyeron

de un silencio más sólido que la mentira.

 

 

(24 de Julio)