Freddy Kalvo

¡Oh, qué triste amanecer!

¡Qué famélico el partido

que nació en copioso invierno!

Se creyó que él era eterno,

con su fuerza. ¡Hoy es olvido!

Y como el árbol derruido

con su fronda deshojada,

con su vida maltratada,

el Rey sol lo fue quemando

y su tallo resecando

con su savia adulterada.

 

Y el hachazo recibido

en el centro de su tallo

aunque quiera, no lo callo,

porque ya estaba advertido.

Poco a poco se ha podrido

¿Y quién lo podrá negar,

si nunca quiso escuchar

el dichoso jardinero

que creyéndose guerrero

dijo que lo iba a salvar?

 

¡Ah, malditos son los egos

que produce el vil poder!

¡Oh, qué triste amanecer!

¿Cuántos van andando ciegos

si al poder sienten apegos

y no escuchan, nunca miran?

¿Quién sabrá por qué respiran

con soberbia que altanera

creen ser la gran lumbrera

siendo seres que deliran?

 

Y hoy…

 

¿Quién el árbol se disputa

seco, viejo y más tullido?

¿Quién vendrá ya decidido

a tomarse la batuta

que no sea hijo de fruta

que sacarle quiera el fruto

al segundo y al minuto

hasta hacerlo perecer

para hacerlo merecer

el amargo y triste luto?

 

Y si el árbol ya talado

cae por su propio peso

nunca más tendrá regreso

hueco, seco y deshojado.

¡Y será todo pasado!

No valdrán lamentaciones

menos las acusaciones,

o los llantos como niños

que han mostrado los lampiños

con sus «justificaciones».