Ni una senda, ni un atajo,
voy por el mato,
y entre los árboles cubierto...
Llego al musgo,
y a la fresca orilla del riachuelo,
reloco de contento...
Pasa el viento,
por cada flor y por cada nido,
como un portento...
Ya cerca del cobertizo,
a mis cabras y todo el ganado,
veo en día soleado...
Por allí, el caserío,
y todo el monte dominado,
mi ultimo cigarro...
A todo paso,
cuánta vida he muerto.
Ya estoy jubilado.
Es mi último regreso.
Aquí me quedo,
acompañado de mi perro.