Vasca

A la poesía

Hay que aplicarle ley de fuga
apenitas cruce la calle ametrallarle la espalda
llevarla de paseo por los paredones
rociarla con los gritos de un centenar de torturados
y tirarla al mar, con peso en los pies.
Debemos arrastrarla por el barro de todas las traiciones
amamantarla con leche de hambriento
echarla a vivir en pedregales y crucificarla entre rejas y padrenuestros.
Hay que fusilarla al amanecer, en los descampados.
Crecerá descalza, de piel curtida
con dientes podridos desde temprano.
Su vientre parirá hijos sin descanso cada once lunas
y los enterrará casi en silencio.
Andará, prostituta caricias de humo de cada aldea
o tonto a la siesta de cada pueblo.
Masticará panes escasos y se emborrachará con recio vino campesino.
Conocerá marchas sin tregua, trabajo a destajo
crecerá con un sol de instinto en los ojos
y una catarata de deseo en la piel.
Las manos se le volverán áridas de violencia
y del pelo brotarán incesantes selvas.
Así se hará nuestra hermana
y llevará a pulso cada uno de nuestros cuerpos
al camposanto.