Matias 01

La tarde…

La tarde ha salido al encuentro de su neblina,

de su memoria,

de todos esos rostros aciagos, inclinados

a la hora de buscar su momento,

su aire mágico,

su ronquido bueno al costado de su alma.

 

Los zapatos del hombre dicen mucho de su pie,

de su camino,

de su tristeza,

y de la misión ingrata de ir siempre por el borde

de algún barranco decente,

husmeando el color oscuro de su pecho,

aclimatado a su destino…

 

El rostro del hombre dice mucho de su cuerpo,

de sus rodillas, de su sombra

y quien le muerde el nombre,

mientras va inclinado eternamente.

 

A lo mejor soy yo el que resbala todos los días,

el que tiembla

cuando mira un rostro de ánimo triste, duro,

impunemente pálido;

 

El espejo del hombre dice mucho de su Dios,

de su fe,

de su mórbido querer, del aire de su deuda

en la potestad de ser esclavo siempre,

mientras va

por el borde

de la mano con su espíritu...

 

¿Y qué sentirá Dios cada vez que la suerte

nos deja

fuera de los caminos largos de su corazón?

 

¡La tarde llega con su neblina y un pájaro cruel

mustia en la dulce luz de un recuerdo!