La Amistad
La amistad,
regalo de Dios
en la senda de la vida,
a los seres
de buena voluntad,
hombres de bien,
que honran ese don
con sublime fe.
Concilio de sagrados encuentros,
pacto divino,
primorosas flores
en fecundos jardines.
En el huerto de la vida,
es franqueza y simpatía,
vocación cordial de entes iguales,
que se dignifican
por sus glorias y avatares.
No necesita estar,
es el alma,
su luz natal,
radiante de lealtad,
aquí y allá.
No importa la distancia
ni la frecuencia,
sino la sinergia que emana,
erguida y sincera.
Fragancia
de amor y perdón,
que de su aroma
nace el honor,
para izar el acto humano,
el ser fraterno,
en la presencia
y en la ausencia
del abrazo sincero.
Palpitar perenne de afectos,
sentido clamor
de existencias y lontananzas.
Es la hermandad
que la vida da en la esperanza,
porque ser amigos es florear confianza,
en las buenas y en las malas,
en sentidas vivencias,
lo mejor de solemnes apegos,
hasta el sacrificio si se requiere,
porque su vigencia
jamás muere;
por el contrario, titila y vive,
no se desvanece,
y en las dificultades se crece.