Gustavo Cavicchia

No sé mi nombre:

¿No sé mi nombre?:
 
hay una nota musical nítida en el aire que tiene el afán de buscar la ausente realidad;
luz sin armonía inmóvil en los espejos desmemoriados;
vidrio luminiscente que da forma a mi mueca espuria que al rebotar en la superficie plana de la pulida piedra corre hecha una bola de estambre enmarañada y gira sobre sí como una espiral de agua sonámbula;​
 
imagen en el perfil indiferente que forma los reflejos de este inexplicable mundo sordo.​
 
Arriba aparece la luna suspendida de sí misma,
inocente como la sangre de los castores,
sin ningún color verdadero,
abarcada de ladridos lejanos,
de aullidos roncos,
de maullidos ásperos en los tejados amables,
y de murciélagos analfabetos a la lectura del braille que con bastones de invidentes cazan mosquitos epilépticos sorprendidos.

Y aquí abajo en este suelo inabarcable minado de cadáveres de cucarachones sin sepultar,
en toda la oscuridad del cuarto,
en mi tálamo desordenado,
cohabitan las criaturas que reptan sólo guiadas por su tacto.​
 
De mi pecho saltan flores machacadas que dejan un gusto férreo de herrumbre en la saliva,
como besos de la boca amplia de una espantosa soledad indiferente.
¿Qué se hizo de mis sueños?:

camino todo el tiempo por calles desconocidas,
veo casas incoherentes,
difuminadas como bosquejos de un acuarelista lego que en trazos de su pluma monocromática va dejando en el papel hambriento su rauda tinta virgen:

hay árboles inmensos de dedos torcidos en la aridez de los retortuños,
sosteniendo en sus abiertas manos un cielo cáustico de astros vagabundos entre valles negros y sórdidas montañas que hace una eternidad de años dejaron de estar alegres.

Hay un sendero luminiscente hecho de fósforo y ceniza descendiendo entre el aquelarre de los jarillales hacia el bajo de la quebrada donde se acumula el polvo indiferente de la lluvia seca de hace toda una vida.

¿Dónde estará la araña con su tela?
¿Dónde estará el muérdago que de niño
íbamos a buscar con mis abuelos?
¿Dónde está el lagarto matuasto?

En su lugar viene esta tristeza noctámbula descalza con pies percudidos que va vistiendo campanarios de palomas sucias;
vomitando pesados pajarracos oscuros que se arrastran por los bordes de la cama;
arrojando búhos ciegos de amarga pena contra la pared desnuda;
y entre el colchón y las sábanas y mi alma abandonada crece el musgo ocre de una desolación espesa con el sabor baladí de la ginebra rancia y del cigarrillo encendido antes del alba.

- ¡Baila tristeza
amalgamada de recuerdos!-

Lóbrega gitana de mirada perdida en los cristales opacos de la ventana,
entre las cosas del brumoso jardín,
entre las hojas turbias de la enredadera innominada.

- ¡Muestra tus dientes;
soberbia bestia de sonrisa desencajada! -

Casquivana de la ocre nostalgia sin benevolencia;
licenciosa concubina de un lupanar anodino a la espera en el embarcadero tórrido de un océano en permanente pleamar fecundo de peces proxenetas y agónicos delfines desmembrados:
eres tan parecida a la muerte;
tienes sus mismos ojos castaños de rectas pestañas,
su mismo pecho de sed atragantada en sal acérrima,
el mismo esqueleto que el viento percusiona indiferente en el ritmo áfono de estos huesos solos.​

Esta noche
espero que me trague el desierto
y me escupa limpio en una humanidad brillante:
abro los brazos
en el hastiado madero
tanto como puedo
para caer en el espacio hueco
de mi cuerpo
ausente;

miro el humo
de este buen tabaco
rubio
subir pesado
como un fantasma
de gris
y metálico dulzor,

hasta dejar
que la endiablada
pena
flote
hacia el cielo raso
con las volutas de
mi
alma.
¿Dónde se fueron tantas cosas que amaba?
¿Dónde está mi bicicleta verde intergaláctica?
¿Dónde estará Mariela con su falda?

 

Cuando despierte buscaré mi nombre
entre el paladar y la lengua como un
extranjero busca un mapa debajo de
su jersey azul...

y buscaré tu nombre
también
(bellísimo verbo que te haces palabra)
entre las ruinas
de esta habitación vacía.


febrero 2021.