Alberto Escobar

Soy un adolescente

 

Hay días en que, 
si pudiera, 
tacharía todo 
lo que he escrito 
hasta hoy.

—Luis Landero.

 


No vale nada, 
absolutamente nada. 
Es carbonilla negra 
en el ojo del ferroviario,
pluma que se desprende
del ave, pelo en el lavabo
de señoras, un imán sin hierro
alrededor al que pegarse. 
Lo que he escrito es bazofia,
carne sangrante de un perro
que, atropellado, perece
en medio de una autopista. 
Lo que estoy escribiendo,
para no desmerecer lo ya escrito,
va a desembocar en el mismo
sumidero, en la misma inanidad,
y perecerá como antes perecieron,
en un profundo olvido, en la vasta
ignorancia de quien visita una página
que cada día va desprendiéndose
de la magia, del talento que cuando
me instalé se daban cita.
Me he acostumbrado a la escasez
lectoral, soy un vocacional solitario,
génico, álmico, antrópico, y todo lo que
de mí surge genera vacío, soledad, eco, 
y mi gloria es la de aquel 
que no escribe para el otro
sino para sí —aunque el otro
es inevitable y edificador—,
y por ese motivo no es legión
precisamente el puñado escaso
de lectores que se molestan
en atender mis ocurrencias.  
No vale nada,
y nada de lo que he hecho
vale algo.
Soy un despropósito biológico,
un engendro innecesario.
Ocupo un espacio prescindible,
un espacio que otro, con más dignidad
y acierto, llenaría con menos pena
y más gloria.
Mis escritos adolecen de todo
lo adolecible —soy un adolescente—,
no tienen una semàntica que aúne, 
aunque fuera, un ápice de talento,
no dispone al lector a sentir que 
ha empleado su escaso tiempo
en algo de mérito, el cual, tras concluir
a duras penas la lectura, mira a la pared 
de enfrente, blanca inmaculada, con dos lágrimas
resbalando hacia la comisura, jurando en arameo
por qué ha cedido a la tentación, al veneno
de un buen título pero de un mal contenido,
pinchando el enlace y leyendo hasta el final
—dejando sus asuntos por un momento,
con todos los frentes que tiene pendientes,
con el estrés que el no atenderlos va a suponerle
ahora, cerrando Poemas del alma con una garra 
en la punta de los dedos. 
Nada vale lo anterior. 
Y este..., este me temo que no se salvará
de la anterior quema.