La soledad y yo
siempre caminamos juntos,
ella y yo, inseparables,
como dos amantes que se buscan
en la penumbra de la tarde.
Ella avanza silenciosa,
del brazo de mi sombra,
por las huellas que el crepúsculo
teje con trinos de alondra.
A veces se viste de oscuridad,
cargando un saco pesado,
lleno de retazos de tiempo,
de recuerdos secos y marchitos,
como hojas muertas
bajo un rosal sin flores.
Pero regresa con la lluvia,
con las primeras gotas del alba,
buscando raíces vivas,
con un cesto en la mano,
donde recoge las horas
de los amores perdidos.
Y mañana, cualquier mañana,
volaremos de nuevo juntos ,
sin destino y sin sombra,
y aunque no estés a mi lado,
tu ausencia será mi compañía.