Elizabeth Nanais

Arde

Arde en tus ojos el fuego que enciende,
Yo no ignoro más tu ruego insistente,
No es odio, no es amor, sino la lumbre ardiente,
De tu pasión desbordada, incandescente.

No aguardes que me quede quieta en la sombra,
Pues mi espíritu se alza, rebelde y sin tregua,
Desafiando los vientos que intentan frenarme,
seré sin medida, sin mengua ni premura.

Si me provocas, no esperes respuestas,
Mas tampoco me subestimes por entera,
En mí arde un incendio en constante batalla,
Y aunque agonice, siempre encontraré la manera.

Así que, no te pienses serio,
Déjame ser tonta, cursi y libre a tu lado,
Porque contigo los miedos se vuelven vacíos,
Y las cadenas un tejido sagrado.