Mercedes Bou Ibáñez

Retrato

 

Retrato

Octavas italianas
con la salvedad de que 1º y 5º
en vez de ser libres, riman entre ellos.

Ya mis resecos labios como pasas
solo se mueven por algunas frentes,
ya no desbordan como los torrentes
las riadas de pasión,
de aquella juventud de rojas brasas.
Dicen que el tiempo al fin todo lo cura,
la pícara edad mata la bravura
cesando la ilusión.

Estos cerros antaño bien erguidos
en cuya cima erectos sus botones
daban gozo a salidos y mirones
mirando sin pudor,
inundando las calles de silbidos.
Mis erectos botones, ¡crea, amigo!
¡Sirven hoy para rascarme el ombligo
borracha de furor!

Y el redondo pandero e imponente 
sobre mis bien formadas dos güayabas,
testigo de los chorros de las babas,
siempre a mi alrededor,
con hombres tras de mí siempre en torrente.
Hoy pellejo vacío, ¡un colgajo! 
No parece pandero, si un pingajo
inspirando pavor.

En mi preciosa faz dos grandes fosos,
enormes parecían como lagos,
por ellos me cubrieron mil halagos.
Mucho orgullo sentí,
de mi par de ojos, verdes, muy hermosos,
con su brillo de luz, ¡florido mayo!
Hoy decorados con patas de gallo.
¡Pobre, pobre de mí!

El tiempo va pintándonos a modo,
la mayor de las veces el retrato
no llegará a ser de nuestro acomodo,
sin poder denunciar por desacato
tendremos que apretar muy fuerte el codo
y aguantarnos con ese caricato.

Mercedes Bou Ibáñez