alicia perez hernandez

Un Chico Especial...

Un Chico Especial...

Ayer asistí a una reunión y conocí a un chico guapo, muy guapo.

Captó mi atención desde el momento en que lo vi sentado frente a mí. 

Tenía unos ojos hermosos los pude ver a través del cristal de sus anteojos.

Eran los ojos más hermosos que he visto. ¡Me atrapó su mirada!

Sus manos parecían mariposas sus dedos volaban cada vez que los movía

el viento los agitaba y sentía sus dedos rozar mis labios cómo

suave brisa, me envolvió el aroma de su perfume con olor a pino

y su fragancia envolvió toda la sala donde estábamos todos.

Sus labios me fascinaron parecían un meteorito se sentía una gravedad en

en la atmósfera procedente del espacio sideral.

Su pelo negro y brillante como el pelo de una cabra y se me antojaba revolver

con mis manos para sentir la suavidad de su pelo.

Tenía una mirada exacerbada y comulgaba con mis ojos cada vez que lo veía.

Yo sentí pena y me tallaba un poco la punta de la nariz.

Su nariz era perfecta cómo de una estatua antigua expuesta en un museo.

Había una extraordinaria perfección en ese chico que nunca dejé de mirarlo.

Cuando empezó la música me sentí bailando en sus brazos y mis puse mis senos

sobre su pecho y escuche perfectamente los latidos de su corazón,

el mío era como una bomba de gasolina y no paraba de bobear sangre por todo 

mi cuerpo, se erizo toda mi piel y me sonrojé, ¡eso creí!

Creí que me tenía tan pegada a su cuerpo que su mano se deslizaba hasta mi

cadera y los dos nos movíamos al ritmo de la música.

Hubo roces de labios y la noche perfecta fue un orgasmo en sus brazos.

Nunca supe el nombre de ese chico me dio pena preguntar, ¿Quién era?

¿Quién sería ese chico al que conocí? es seguro que no lo volveré a ver!

Tal vez ni me vio tal vez pasé desapercibida para él.

Pero el para mí no pasó desapercibido.

¡¡Que noche más maravillosa en casa de mi amiga!!

Alicia Pérez Hernández… México

No es la pluma la que escribe, es el alma

Todos los derechos reservados©

 Desvelada (Gabriela Mistral)

Como soy reina y fui mendiga, ahora

vivo en puro temblor de que me dejes,

y te pregunto, pálida, a cada hora:

«¿Estás conmigo aún? ¡Ay, no te alejes!»

Quisiera hacer las marchas sonriendo

y confiando ahora que has venido;

pero hasta en el dormir estoy temiendo

y pregunto entre sueños: «¿No te has ido?