Original Oriflama Infinita

Confidencias ante la vela

Óyeme yamar a la yuvia,

cortando la niebla dura

soltar el ave en un soplo,

de aire suave, o contorno

de este mundo ilusorio,

para salvarme del oprobio

de las masas estridentes

que corren a la pendiente...

 

Óyeme yenar mi silencio

con mi voz mas transparente,

como la luz cuando amanece,

manteniendo el amor viviente

en el corazón de mi mente

donde permanece velado

otro cielo, todo un océano...

 

Óyeme dar salida al yanto

y vida a una selva de versos,

a un bergel donde sembré

el gérmen de las flores del edén,

noche que extiende su hechizo,

red de infinitos laberintos

y pensamientos coloridos

como pétalos entrevistos

en el paraíso de los sueños

 

Óyeme yorar fuentes de fuego,

despertando la pasión, el deseo,

aquel intenso desteyo que briyó

solo un momento entre tú y yo...

 

La algidez del trance iniciático

enajena objetos aquí presentes

y rectifica los pasos errados

dándole la vuelta a los reveses

y saltando sobre los rigores

de los candados y relojes,

o pasando por debajo cual sierpe

para saber que acontece entonces,

que viento invisible se mece hoy veloz

tras este tan aparente horizonte,

imaginario límite del cosmos que soy...

 

Una gota al caer otra vez ocasiona

agitación espasmódica en la sombra,

un ciclón de emociones incógnitas,

y, despertando reflejos rojos y negros,

el azul espejo se antepone a los azulejos,

a los maderos roídos que vibran quietos,

y hacia su sustancia voy trepando,

voy tanteando aquel cielo con mis dedos

mientras intento conservar el hábito

que me ha hecho sacerdote de la noche

escuchando el consejo del sabio monje

que albergo bajo mis ojos de insomne

lechuza, alma alada cuya hermosura

siempre sosiega tanta colérica buya;

acaya el grito de las muchedumbres

el repiqueteo del agua en la herrumbre,

mientras un rocío sutil sube a las nubes

donde lánguidamente la Luna zurze

y cruza los destinos según su costumbre,

como sobrecoge al Sol su joven lumbre,

su revuelo de alas dulces y azarosas,

el lúgubre velo que encubre las joyas,

las auroras futuras, las ocultas fórmulas

inspiradoras de locuras y estas cosas