Apareciste en mi vera
con el alma tiritando
y el corazón musitando,
penas que un amor te diera.
Cargabas flecha certera
en tu pecho, convocando
a la angustia, condenando
tu amor a fatal espera.
Te cobijé con esmero
cuide tus alas dolidas
y mi calor te entregué.
Hoy te marchas, y no espero
que perdón a mi me pidas,
pues de mi alma te saqué.