Patricia Aznar Laffont

Apocalipsis

Caminó entre los pasillo empedrados del convento, mientras su mirada se dirigía dispar entre múltiples columnas y pasillos que por su característica gótica hacían que sus pasos sonaran en magnitud, Quiso  mirar hacia lo alto, pero no pudo.  Su andar hipnótico lo hacía sentir fuera de sí

     No sabía en realidad el porqué de esa caminata en la más oscura y diabólica noche. Algo lo hacía seguir casi contra su voluntad.

     Llevaba su Biblia y Crucifijo consigo pero la oscuridad no le permitía verlos. Sólo el tacto de dichos objetos lo guiaban, pero no sabía dónde.

     Entonces se dejó llevar marcando una senda desconocida.

    El alba prometía un día particular, un eclipse solar que enceguecería los ojos de quien mirara el astro.

     Su conciencia lo sabía, pero aunque faltaran pocas horas para el amanecer no pudo volver a la celda.

     Pasaron horas o minutos nunca lo supo,

     Sólo  percibió  que su andar era entonces más lento dado que su hábito de monje se enredaba entre sus sandalias y el cansancio lo abatía.

     De pronto el sol madrugó. y entendió en forma difusa que había llegado el momento. Tronaron rayos  eléctricos y la luz encegueció aún más sus sentidos. Una fuerza imposible lo traicionó y fue llevado por los vientos y huracanes mientras la luz del sol se dispersaba entre la sombras de la luna

     Y en ese lapso sucedió. Buscó a tientas su Biblia y Crucifijo, casi no podía ver pero los buscó para  sentirse en algo protegido.

     Encontró tiritando de frío y quemado por las llamas, con los ojos obnubilados de luces, sombras y terrores, un túnel vacío  Allí quiso leer algo de su Biblia y acercar su cruz al pecho, pero no todo había terminado allí.

     Con la poca luz que lo alumbraba mientras el mundo se deshacía en pedazos observó aterrado que las páginas de su libro estaban en blanco y que la cruz de plata se derretía por el calor de una tierra que lo abandonaba.

     Gritó entonces con la voz más desgarradora, enloquecida:

     Una voz gutural e iracunda le respondió:

     No  pudo responder, ni pudo entender el idioma de la voz atronadora de la ira e Dios, aunque escuchó el sonido ahumado que ampliaba las dimensiones del túnel.

     Luego despertó de un largo letargo y de su  conmoción y salió reptando poco a poco.

     Sólo vio la destrucción del mundo que conocía. Una línea de fuego que se iba ya apagando y los mares atravesados de dolor. Sólo entendió que había sucedido durante el último eclipse, el Apocalipsis .

      Las páginas vacías, en blanco del libro se abrieron y  lo que había sido un crucifijo era un amasijo de puro metal.

      Entendió por fin que era el único sobreviviente y que toda  la  Historia  volvería  a comenzar.

 

(Patricia)