Alberto Escobar

Llueve...

 

La imaginación es un guepardo
que necesita que su presa corra
para hacerse con ella. 

—Se me acaba de ocurrir...

 


No sé qué hacer.
El tiempo se me hace mar, 
el segundero de mi habitación
un oleaje rompiendo en la orilla,
las campanas de la iglesia anunciando
las horas sentencias, puntos y aparte, 
un antes y un después cada sesenta
minutos, compartimentos estancos. 
No sé qué hacer. 
Me asomo a la ventana en busca afanosa
de inspiración, el día lluvioso, la carretera
mojada, sin espejismo posible, surcada
por la urgencia húmeda de unos vehículos
que no desean el rigor de esta intemperie. 
Las nubes, de luto riguroso, se difuminan
para que no se les vea llorando, se esconden
al espectador avergonzadas, como un niño
que sabiéndose responsable rehuye la culpa. 
No sé qué hacer.
Ahora, aquí, en este preciso instante
de un reloj emblandecido, el tiempo sobra.
La desgana que nace de una lluvia como esta
ensancha las manecillas, me hace sentir heredero
de una fortuna que no necesito pues mi vida
siempre se desenvolvió en el corto espacio 
de un tonel abandonado, como si un amor reciente
me hubiese conducido, sin sospecharlo, a un callejón 
sin salida y que, empeñado en encontrarla, escarbara,
con la obstinación de quien sabe todo perdido, la fría
y densa cal de la pared hasta lograr un hueco suficiente
de esperanza, un pasadizo hacia un país donde todavía
corretea una Alicia ya adulta, desengañada de conejos 
que miran la hora, de madrigueras con estanterías 
donde sentarse a leer para olvidar, y cayendo en que 
ningún milagro es posible salvo que lo desees de verdad. 
Sigo así, sin saber qué hacer, qué vivir, qué sentir. 
Miro, al conjuro de esta escritura, cómo el edificio
que tengo enfrente, de un ladrillo rojo muy visto,
se recorta contra un cielo que sigue llorando, 
que se lamenta de cómo los vientos se han cruzado
para, de manera insidiosa, provocar su enojo,
su tristeza, una tristeza que abunda en otra tristeza
que llueve sobre mojado y se desborda ¿Y el sol?
¿Dónde está?
Ni está ni se le espera...