Luis 091

Conductores

Conducir es fácil (en teoría)

Solo tienes que saber manejar
una bonita y obediente máquina
con ruedas y cómodos asientos de cuero
o polipiel en su interior.

Girar el volante hacia donde quieras ir.
Como un rey en su trono móvil
con cien purasangres de acero a sus órdenes
frenar o acelerar según la necesidad
o el deseo del momento.

Pero lo más importante es la visión global.

Visión global significa poder
predecir los potenciales sucesos del entorno.
Ver más allá de tus narices,
lo que ocurre en el espacio-tiempo
cercano desde tu inmediata posición.

Es decir,
analizar el conjunto de lo que acontece
en todo el radio de visión que te permitan tus ojos,
(si aquel coche que circula 300 metros por delante
de ti hace una maniobra extraña
que súbitamente produjera
un efecto mariposa entre conductores)
y así evitar futuros sobresaltos.

Aunque esto no siempre funciona,
pues resulta que cualquier vicisitud
o desliz fortuitos
podrían acabar repercutiendo drásticamente
en tu cómoda y prevista ruta,
obligándote a salirte
de tu zona de seguridad y confort;

a tener que improvisar,
y tomar la decisión -en unas décimas de segundo-
de si en plena vorágine automovilística
atropellarías a ese ángel despistado,
o por esquivarle te tirarías a la pendiente
sin garantías de que alguna divinidad
apreciará tu heroico gesto
y abogará por ti cuando lo necesites.

Da igual, mi amigo conductor, no te rayes:
en realidad sus señorías cósmicas,
el puto acantilado y tú
ya sabéis (o intuís) de sobra la respuesta.