José Antonio Artés

CUALQUIER DIA

Un nuevo despertar de la diaria rutina

me conduce a una cafetería cercana

donde siento esa atmósfera matutina

con aroma a café y sabor a tostada

 

Dónde comparto ese ínfimo mundo

 en un ambiente de expresión familiar

que convierten las horas en segundos

prorrogando a menudo el bienestar

alargando esos instantes tan profundos.

 

Las miradas que atraviesan el cristal

describen el ritmo que las personas

producen frenéticamente en el pisar 

 del quehacer diario que se propaga

como la neblina que nace en el mar.

 

De nuevo, la brisa del pensamiento 

 como una diminuta hoja que aterriza 

en las misma guía de los consejos

fuerza en mí una sutil sonrisa

que refleja mi cara en los espejos 

como si me despojaran de la ingrata prisa.

 

Nada es extraño, la parada del autobús,

su gente con expresión de espera fugaz,

los peatones que cruzan al ver la luz

del bendecido color verde eficaz,

y los conductores helados por el rojo respetado

proyectan la imagen  que se reflejará

dentro de unas pocas gotas de tiempo usado.

 

Es una rutina agradable, y a la vez, recurrente,

que ancla mi velero en los mismos puertos, 

oyendo los mismos ruidos de la misma gente

durante ese necesario día a día incierto

que nutre mi vida de manera permanente.

 

 

José Antonio Artés