Francisco M. Ortega

Texturas

¡Qué importa el mundo
mientras tus ojos vea!
Y juegue a engarzar con orfebre paciencia
la adularia inquietud de tu mirada,
a beber tenazmente
la fresca sal que retienen tus labios;
el clivoso sexualismo de tus pechos punzantes.

Apenas te retengo y ya te escurres
de la torpeza de mis torpes manos,
de la exigua aprehensión de mis endebles besos:
mágico pez embriagado
de noches solapadas,
de afectadas extrañas palabras
pronunciadas con un deje de luz.

Cuando te busco queda,
en la maquinaria de mi piramidal recuerdo,
un brusco olor a tu cuerpo de atún,
una duda incendiaria incombustible.
Y un escrito de tus feraces manos
sobre mi pecho,
un mimoso poema:
adamantino, refulgente, claro.