Francisco M. Ortega

Permanencias

 
Pasó el amor y se curó la herida
pero quedó el poema
prisionero en la belleza
de todo lo sentido
y sus versos fueron
más fuertes que el destino.
 
Pasó el amor y quedaron
las palabras amaestradas,
dormidas sobre el tálamo
blanqueado del recuerdo.
 
El poema quedó
edificado en versos
como un templo en Atenas:
solemne y en ruinas.