david del lignum cruxis

Trompetas

Mi señor, mi negra noche en la sombra de la creación,
mis enormes cruces, mis inmensas cuentas,
mi inmenso minuto en la calma antes de la tortura milenaria,
mi inmenso grito,
mi inmensa sordera,
mi inmenso sueño
y mis inmensas pesadillas,
son tuyas...

Mi señor, te he abandonado,
te he quemado junto a los libros,
te he incendiado junto a los bosques;
cansado de verlos verdes,
cansado del horizonte y del color de los cielos,
hastiado de la lluvia,
harto de la musicalidad natural;
mi señor, he sido brutal,
soy ahora, un vagabundo en este infierno particular,
tan cierto como el rojizo halo del horizonte tardío,
tan cercano como un cimiento frío en la planta de los pies,
soy la fe en la desnutrición moral,
soy esa letra borrosa en el discurso halagüeño,
soy la misma sombra en un cuento narrado con velas.

Mi señor, tengo en mi mano derecha la copa rajada,
en mi mano izquierda el cuchillo que puede cortar al tiempo,
y el albedrío escondido en mi pecho adolorido,
ornamentado con sangre seca,
con golpes, huellas,
nudillos y rencor...

Mi señor, arrébatame la existencia,
no dejes que mi depresión sea el final de un lugar,
de un tiempo, de una idea, de una flor.

Mi señor, déjame viajar al vacío,
en la fe de mi total exterminio.

Déjame sentir el ocaso de la pasión.