Cuando estoy solo
no te recuerdo,
no es necesario:
tu sombra respira conmigo,
tu voz se disuelve en mi oído
como un viejo secreto.
Hablamos bajito
de lo que enciende el alma,
de la estrella más alta
que inclina su luz sobre nosotros,
del naranjo erguido
que abre sus manos en flor,
de la noche encendida
que nos embruja
y nos entrega su calma.
Cuando estoy solo
no te espero,
no es necesario:
ya te tengo.
El tiempo no es la flecha
que huye del pasado
y hiere el futuro;
el tiempo es un orbe
de fuego y silencio,
y en su centro
tú y yo somos uno,
y en su centro
nunca dejamos de ser.