Pampa Dormida-Luis

PLEGARIA DE DOMINGO

POR SABER CORREGIR

\"venía agrandado porque lo habían hecho gobernador de una ínsula piojosa“ que tenga cuidado, \"porque estos títulos te pueden hacer olvidar incluso la madre que te ha parido”. (Don Quijote)

La lectura del Evangelio de hoy me hizo recordar al Quijote.

Quizá sea parte de mis asociaciones libres cuando leo algo y enseguida trato de asociarlo con las diferentes situaciones del día a día.

Hoy como partícipes de una comunidad se nos exhorta a no permitir que nuestro prójimo, hermano, viva equivocado.

Es eso un acto de amor.

Un acto de “empatía” con el otro.

Ese amor que los Griegos llamaban “Ágape”, el tipo amor carente de egoísmo, de posesión.

Es ese amor en donde uno desea que el otro sea feliz independientemente de que me tenga en cuenta a mi.

Ese amor al cual los Romanos llamaban “ofrenda” o “caritas” (De allí viene la palabra caridad)

Claro que no es fácil corregir.

Hay que saber hacerlo y por supuesto, tener también la humildad de dejar que nos corrijan.

Sólo quién ama puede ser custodio de su hermano.

El sentimiento profundo es quien da solidez a la corrección y le da al otro la fuerza de cambiar.

La única deuda que tenemos con los demás es una deuda de amor, y una forma de ese amor es la corrección fraterna

Pero sin ninguna duda que la corrección necesita tiempo; no es fruto de un arrebato, no significa ser víctimas de un momento de arrebato al que está equivocado, (cuando éramos chicos quizá venía la alpargata volando y dejaba un recordatorio en alguna parte de nuestra anatomía.

Me sonrío pensando en ese acto “de puro amor” de nuestros padres por hacer una rápida corrección del acto fallido que aprendimos muy bien y que quizá con los años alguno de nosotros llegamos a aplicarlo en versión mejorada, con aquel de nuestros hijos que merecía ser “corregido a la brevedad posible”

Pero convengamos que en una sociedad que sufre de tantos males como los que estamos sufriendo, debemos comenzar a cambiar algunas viejas prácticas de agresiones verbales, ofensas, agravios y muchas situaciones de diferentes índoles, por una cuota de mayor humildad, aceptación y empatía con el otro.

Todos necesitamos ser corregidos y aceptar nuestros errores.

No será a través de fastidiosos tonos moralistas ni con acusaciones cargadas de agresividad, sino más bien fraterna.

Si me creo con la autoridad de corregir al otro tendré yo también que mejorar en lo mismo o en otro aspecto.

Antes de corregir tenemos que demostrar que seguimos amando a la otra persona, que seguimos luchando codo a codo por los mismos ideales, a pesar de su error.

Hoy te pido Padre, en estos tiempos que vivimos, por ser parte de esa corrección tan necesaria para el futuro de nuestra sociedad donde muchas veces la confundimos con cosas que no son correcciones sino formas de destruirnos unos a otros.

Te pido la gracia de saber corregir y de tener la humildad, como comunidad, de dejarnos corregir.

Sin dudas que en éstos tiempos de miseria socio económica y social, son dos desafíos difíciles pero necesarios para resurgir.

LHS