Alberto Escobar

Sí, efectivamente

 

Es un sueño 
pendiente 
de ser soñado. 

—Walter Benjamin.

 

Anoche tuve un sueño.
Dos niños recién nacidos
traían volando sobre sus manos
una cigüeña adulta, crotorando
unas palabras que no entendí.
Después, sobre el escai del sofá,
inventaron de unos ramajes
un nido grande, confortable,
roto a la manera de un colage
sin aglutinante, y allí depositaron,
con el cuidado que se espera
de las manos de un niño, el cuerpo
sólido, emplumado de negro y blanco,
de un ave que me pareció deshauciada, 
como si la hubieran extraído del cielo
contra su voluntad, como si los niños,
que antes llevaba majestuosa a los hogares,
comprendiesen que ya le faltan las fuerzas,
como si ya fuera el día en que debía cobrarse
su anhelado descanso laboral y se mereciera,
a modo de homenaje, que fueran ellos los 
que la llevaran por los aires a un hogar digno,
donde viviera un retiro ganado a pulso.
Anoche también soñé.
Después, cuando la cigüeña voló a las afueras
de mi inconsciente, llegó un cartero:
Miré por la mirilla al acercarme a la puerta.
Como es costumbre en los carteros llamó dos veces,
acudí con la expectación de una buena nueva
y me sorprendió una estampa inesperada:
Era una carta vestida al uso de un cartero
quien requería mi atención, abrí la puerta
sin dar crédito a mis ojos y extendí la mano.
La carta, muy amable por cierto, me dio en mano
a un pequeño cartero que pataleaba, repeliendo
la rebeldía de la carta al usurparle el puesto,
y diciendo a cual improperio peor.
Lo recibí y lo puse en remojo, a ver si así
encontraba el sosiego y la aceptación que debía. 
Después me desperté, justo cuando el cartero
recibió sus aguas, y me levanté buscando...
No encontré, fuera cual fuese el rincón 
de mi casa, rastro alguno ni de cigüeña
ni de cartero. 
Entendí que efectivamente todo fue un sueño.