OSCAR LUIS GUZMAN

REFLEXIÓN (c)

Quiero que sepas
que ayer en la tarde estuve pensando
sobre lo tuyo y sobre lo mío.
Estuve buscando dentro de mi pecho,
dentro de mi mente
una razón fuerte que me hiciera quererte..

Saqué tu retrato que tenía escondido 
en un sobre viejo, ya descolorido.

Lo tomé en mis manos, 
lo acerque a mis ojos para poder verlo 
y mire tu pelo castaño canelo 
y al mirarlo dije: 
Más me gustaría, creo si fuera negro. 

Luego vi tus cejas. 
Parecían brochazos de un pincel de cerdas 
y me dije así: 

Mejor se verían si fueran más finas, 
poco más delgadas y más femeninas.

Tus pestañas,
que aunque están muy largas,
parecen arañas de las patas pardas, 
rectas, despeinadas,
de un color muy seco...


Y tus ojos negros, 
que, si fueran verdes, se verían más bellos.

Tu nariz no luce, 
no es grande, tampoco es pequeña; 
no es afilada, ni es aguileña.  
En fin, esta y es como si no estuviera.

Tu boca muy triste,
muy pálida, parece de cera. 

Tus dientes, 
dos de ellos apuntan afuera...
En fin, que desastre...

Tu ropa, que ropa, tienes muy mal gusto, 
creo que necesitas consejos de un sastre.

En verdad, veo que tú no tienes
nada, nada que a mi me gustara.

Luego alcé tu foto en un sobre nuevo, 
con mucho cuidado sin que se arrugara.
Y me puse cómodo. 

Me recliné un poco 
y comencé a pensar en tiempos remotos; 
Sacudiendo el polvo 
entre los escombros de mi pensamiento.

Así la sonrisa me llegó a los labios 
cuando recordé
hermosos momentos  
que juntos vivimos...

Como aquella tarde 
que la lluvia nos cogió en el campo,
y que tú así mojada y llena de lodo
en la cara y el pelo te veías preciosa 
como la princesa un cuento...

Y aquel día en el parque, que te compré flores, 
y un pobre mendigo nos pidió limosna,
y ni tú ni yo traíamos un peso. 

Tomando tú el ramo que te había comprado,  
le dijiste así: Tenga buen amigo, 
véndalo y cómprese un almuerzo.
y después lloraste tú de sentimiento...

Después, otro día que te di yo un beso.

Que te avergonzaste,
 pensando que yo así con eso,
te creería blandita y liviana, 
y que no me hablaste tú por una semana.

¡Que episodios,
simples pero bellos hemos compartido!

Entonces, tomé tu retrato
(que ya había escondido), 
Lo tomé en mis manos otra vez de nuevo 
y al mirarlo dije en voz alta luego:

“Yo no sé qué tienes.
No sé qué te veo.  
Hay muchas mujeres
a quien yo prefiero...”
Pero franco como soy y eso si sincero. 
Hoy debo decirte: 
que, aunque no me gustes,
te amo y sin ti me muero....