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Ese monstruo que come y luego ignora,
no tiene por costumbre disculparse,
ya podría hasta el cielo desplomarse
que traga sin cesar, hora tras hora.
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El tiempo, con la fama que atesora,
devora sin apenas inmutarse,
la muerte llegará para adueñarse
de todo lo que sobre y sin demora.
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Minuto tras minuto, todo aliento,
será presa de fauces a la espera
de que la vida otorgue su alimento.
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No quedarán ni huesos en salmuera,
solo polvo meciéndose en el viento
y algún recuerdo para quien lo quiera.