Alejandro

Quercus suber

No es que pretenda enamorar alguna rosa

cuando me visto de alcornoque,

quizá se pose en mí una mariposa

o una libélula en su vuelo me toque,

o venga una grulla a alimentarse

de mi fruto amargo,

que cada cual tome de mi lo que quiera,

que me invada lo que me invada

y que me extraigan la savia

si se tiene el valor suficiente,

ya dejaré mi simiente

en manos o boca de cualquier tierra

que rodee mis raíces,

y me mantendré en pie

aunque tenga que beber

de botellas cerradas con pedazos de mi piel,

algún día me veré amanecer cansado

y ya dejaré deshojar mi locura

-que tanto inquieta-

y me entregaré a la lluvia

que me lave los daños de mi corteza

y daré mi último respiro

en cualquier bocanada que me lance el viento de la rambla.