RICARDO V

Apareciste en cascada

Apareciste en cascada

de agua, de furia, de viento,

y te derramaste toda

arrasando mi silencio,

desnudando mis flaquezas

sin saber si voy o vengo.

 

No puedo rendirle cuentas

al fácil razonamiento.

Atropellaste mi ser

con el vigor del estruendo

y sorprendiste mi a juicio

sin defensa al pensamiento.

 

Arremetiste inconsciente,

sin ningún temor ni miedo,

y descargaste briosa

(sin importarte un pimiento)

la idea de que belleza

es lo importante y primero.

 

Hoy por fin he regresado

de donde me llevó ese aliento,

de esas aguas turbulentas

que ahogan al más sediento

y donde el enamorado

es carne de sufrimiento.

 

He vuelto recuperado

(eso creo y eso pienso)

a pesar de haber sentido

el sabor del desaliento

por no poder gobernar

la fuerza de tu tormento.

 

Mi existencia era tranquila

y sin muchos aspavientos,

gozaba bien de la vida

cumpliendo los mandamientos

con la aventura justita

que daba mi entendimiento.

 

Pero llegaste en cascada

a la paz del sentimiento

y volviste en torbellino

mi existencia con mi tiempo

transformando mi cordura

en puro oscurecimiento.

 

Sobreviví a la caída

del agua de tu embeleso,

aquel que me dejó herido

(herido, pero no muerto)

y el renacer de cenizas

me hace digno de contento.

 

Más ahora tú me buscas

dando valor a mi esfuerzo,

pero no quedan rescoldos

de mi amor y los te quieros

que dije con sangre en mano

sintiendo amor verdadero.

 

Al mundo le mando aviso

por tener ganas y empeño:

¡Cuidado con lo amores!

cuando el amor te hace ciego,

pero volver es posible

siendo yo la prueba de ello.