Angel Rafael Anaya Puerta

CUADO LLEGUE LA VEJEZ

Cuando llegue la vejez, mi amor eterno,

Nuestros cabellos blancos, testigos fieles,

Enlazados, juntos, seremos un verso,

En el libro de la vida, relato dulce y suave.

 

El tiempo, implacable, ha de labrar arrugas,

Mas, en cada línea, grabará nuestra historia,

De besos robados, caricias tan puras,

De pasiones ardientes, eterna memoria.

 

Caminaremos lentos, más sin titubear,

Pues cada paso juntos, será un regalo,

Y aunque la piel marchite, no ha de importar,

Nuestro amor intacto, por siempre inmortal.

 

Recorreremos senderos de añoranza,

Con recuerdos que abrazan, cálida calma,

En nuestro propio mundo, sin juzgar,

Pues el amor verdadero no entiende de almas.

 

Seremos como dos rosas marchitas,

Que aún conservan su esencia, su fragancia,

Nuestro amor florecerá en cada visita,

Aunque el tiempo se empeñe en la distancia.

 

Compartiremos miradas cómplices,

Hablando sin palabras, solo con gestos,

Descubriendo en lo simple lo magnífico,

Cada día bendito, cada momento nuestro.

 

Juntos, enfrentaremos los desafíos,

Que la vida aún pueda decidir cruzar,

Con el corazón fuerte, sin desvaríos,

Como dos almas que se han sabido amar.

 

Y cuando el sol se oculte en el horizonte,

Y la noche se vista de luceros brillantes,

Nuestro amor será faro y guía constante,

Que ilumine el camino, nuestro gran baluarte.

 

Cuando llegue la vejez, mi amor sincero,

En tus ojos veré la vida entera,

Y en cada latido, el tiempo desespero,

Porque siempre contigo, amada, quisiera.

 

Así, juntos, enfrentaremos el invierno,

Nuestro amor floreciendo en primavera,

Unidos por el lazo más tierno,

Cuando llegue la vejez, mi amada compañera.

 

Autor: Ángel R. Anaya Puerta

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