Alberto Escobar

Otra

 

Esta noche te pido
agua para mis ojos,
sombra para mis gritos. 

—125 años de la muerte de Federico.   

 

 

LLegó tarde,
esta madrugada
llegó tarde,
yo dormida, profunda,
flor que espera lluvia 
que no llega, ansia, tierna,
deseo de su olor entrando
en mis habitaciones vacías. 
Era tarde, dormía la luna,
abrió la puerta con un sigilo
que llegó a mis orejas. 
Le dije que qué, y él me dijo
que qué de qué, y me volví
de mi lado con los ojos húmedos.
Se tendió en su lado cansado, 
sin ganas, me dio un beso casto
en la espalda, nada más.
El deseo hasta entonces acumulado
se me hacía leche rodando piel
abajo, sin recipiente que se dignara
recogerla y darle un sorbo. 
Me volví hacia él con sed de labios
y él, ya bebido, me miró roto,
con una respuesta queda, silente,
que hablaba de otra, sus curvas
dibujándose de ceja a ceja y yo, 
invierno de repente, tibia escarcha...
La misma cama, un inmenso abismo
mediaba el colchón y yo, caída,
derrotada de antemano, me volví,
lo busqué, acerqué el sexo a su espalda,
lo acaricié y gocé, él se dejaba hacer,
lo prendí de lo más íntimo y viril,
lo encabrité bajo las sábanas, gocé,
le iba ganando terreno, se dejaba...
Me miró de repente, una pregunta
se desprendía de sus ojos, me besaba
lentamente, me derramé incolora,
me cubrió la película de mi piel
con caricias, subí al séptimo cielo...
Se derramó, le abracé, me abrazó.
Creo que no hay otra...
Pero, ¡¿por qué llegó tan tarde?!