José Luis Barrientos León

Al amanecer cada día

 

Cada mañana, cada día,

seguimos el camino que hemos tomado

ascendemos, descendemos,

como si los segundos fueran diminutas partículas

que establecen los días interminables

desapareciendo de donde estoy

para viajar entre nubes a lugares de sueños

o escapar del tedio que se erige

como montaña ante mis pensamientos.

 

El viento ruge en su silencio

trayendo clemencia a mis días

las lilas se agitan libremente

derramando aromas sin nombre

como regazo para el hastió

que consume las horas

la brisa de la tarde acaricia indolente

la piel, sin pronunciar palabra

haciendo sentir que el día es demasiado corto

 

Las hojas marchitas de los años

inquietan abúlicas los calendarios que se extinguen

haciendo recordar los balbuceos de la niñez

frente a la ancianidad del hoy

que anhela el regazo de los padres

como las flores silvestres

que se renuevan al brotar los nuevos tallos

 

Cada mañana, cada día

despierta la palabra para saludar la vida

las memorias permanecen con su homenaje al tiempo

las luces de los astros hacen camino a la noche

el agua fluye libremente por el valle

la lluvia cae mientras las frutas maduran

apagando el fuego del leño que arde.

 

Cada mañana, cada día

Las olas se mecen sin una mano que las mueva

La patria nos abre caminos para emprender

Un callejón encuentra su salida

Y en la montaña augusta un relámpago cae

 

Cada mañana, cada día, a cada instante

Renazco en la sabiduría de la humildad que me guía

En el abrazo entrañable que se entrega y recibe

En la luz de tu rostro que ilumina mis anhelos

Y en al abrazo desnudo que es alabanza a tu entrega