La ley es tela de araña:
atrapa a la mosca,
y al buey no molesta
a su paso.
—Anacarsis el escita.
Soy una niña.
Una niña de cuatro años,
escondida, mi madre grita
mi nombre, me llama,
no hago caso, estoy enfadada.
Soy una niña, es mi cumpleaños.
Mis amigos ya se fueron,
el silencio es velo y quietud,
mi madre me sigue llamando
y yo sigo debajo de la cama.
Me dañan unos alambres del somier,
unos hierrecitos sueltos, escarpias
que me van arañando el cuero cabelludo.
Uno de ellos está surcando una raya
en el cráneo —y yo aquí, callada.
Truena en las paredes la voz
de mi madre, desesperada,
no puede levantarse, pide agua,
la silla de ruedas en la que vegeta
se niega a rodar —igual que yo,
se rebela a su imperio—,
la palanca de freno no atiende
las órdenes —como yo.
Soy una niña rebelde, hoy cumplo
cuatro años y mi madre grita.
La raya del cráneo se va acercando
a las meninges — sigo aquí—,
y mi madre grita tanto que la vecina,
alarmada, llama a la puerta.
Fuerzala, dice, estoy impedida, atada,
no responden las malditas ruedas, dice,
o son mis manos, aclara —no está segura.
Pasa una tarjeta de crédito, dice,
que la cerradura no está cerrada, aclara,
y mejor si tiene un buen saldo, apostilla.
La vecina no atina con las manos, la tarjeta
se rompe de impotencia, vienen los bomberos,
y yo, sigo aquí —no me atrevo a salir no sea
que la raya me llegue a las entrañas.
Hoy cumplo cuatro años, soy una niña, sí,
y no sé si llegaré a mujer, estoy enfadada,
me estoy matando y todo por que mis amigos
se han ido y me han dejado en silencio, y ella,
la que se muere de sed vegetal, los echó
de casa porque molestaban —la muy...
Ahora, en este momento, me viene
la imagen de cuando la piscina, ayer,
con los amigos, jugando, y me evado
de esta muerte que lenta me mata.
Me imagino unos juguetes llorando
la ausencia de mis manos, de su roce.
Mi vida peligra, me obstino en callar.
Soy un minuto que segundo a segundo
se desflora, y que espera su hora.
Tengo cuatro años. No sé si llegaré a cinco....