Luis Roberto Otero

Yo la asesiné

Odiaba su presencia tan resonante;      su muerte fue un regalo a la soledad,     su cuerpo destripado y a la mitad,     esa figura tan fea me fue insignificante.

 

Merecía su muerte, era repugnante,       y en el silencio solía ser estrepitosa. Pobre, la maté porque no era hermosa, de haberlo sido puede no acabar con su vida.

 

Yo la maté, pero se veía que ya estaba herida.                                                 

 

 Total, ¿quién extrañará a tan horrenda mosca?