En la serena calma del pensar,
en las aguas quietas de la mente,
la Ataraxia encuentra su real descanso,
en un silencio sagrado y coherente.
La paz se instala en el corazón
y los afanes se desvanecen,
las olas tumultuosas se disipan,
y se despierta el alma que perece.
Ataraxia, dulce estado de quietud,
donde los temores se desvanecen,
donde el presente es eternidad,
y el pasado y el futuro desaparecen.
Sin ansiedad, sin inquietud ni angustia,
simplemente existir en calma plena,
liberarse de las cadenas del pensar,
y encontrar la verdad que nos llena.
La Ataraxia, un tesoro en lo efímero,
un oasis en medio de la tormenta,
donde la mente deja de ser prisión,
y se convierte en eterna alondra sedienta.
En la Ataraxia se encuentra el sosiego,
la libertad y la paz tan anhelada,
un remanso de tranquilidad eterna,
donde el ser y el universo se encuentran abrazados.