Alberto Escobar

Esa manta

 

El subconsciente
está repleto 
de algas...

 


La vida es una manta.
A veces de lino, otras de esparto.
Si te cubres el pecho
dejas la punta de los pies
desnuda, sin amparo.
Si tiras hacia la cabeza, 
las vísceras, tiernas,
precisadas de calor,
tiritan de necesidad
apenas pasan unos minutos.
La voluntad está en mis manos,
manos surcadas por el destino,
con un rayamen arcano
que se desparrama sobre la palma,
y que son ellas las que deciden
sobre el tapamen de la manta. 
Si tapo del frío a la Libertad
dejo a la intemperie el Afecto,
si el Afecto, me convierto 
en un pájaro mañanero 
listado de barrotes de alambre. 
Si tapo el Tiempo disponible,
mirar a la ventana sin mirar
el reloj, el Afecto se me resiente. 
No sé que hacer, qué taparme
con esta escasa manta de la que dispongo. 
A una hora determinada del día
me apetece dar calor a la Libertad,
al Tiempo, al reconcentrarme en mí
como si fuera un gurruño de papel
de esos que se tiran después de escribir
varias líneas que no te convencen...
A otra hora, de noche, cuando los párpados
van cayendo, me sale acostarme y tapar,
con ansia, con ahínco, el Afecto, el Abrazo
de un cuerpo que sea hogar, leña que arda
en dirección al alma, que calidifique el vacío
que me puebla, que den a las vísceras carne
y temperatura suficientes para no desfallecer. 
Sí, la vida es una manta.
Demasiado corta; tanto, que de tanto lavarla
se me va encogiendo y voy muriendo de frío. 
¿Sabes si hay tienda existente donde comprar
una manta más larga, más cálida, más..?