Nitsuga Amano

En aquel andén partió Eva.

En aquel andén partió Eva,
con la mirada perdida en el tren que partía,
en sus ojos, lágrimas de nostalgia,
y una promesa entre labios, que el tiempo desafía.

 

 

El tiempo se detuvo en ese instante,
cuando sus manos se aferraban en vano,
aquel amor que fue el más vibrante,
y hoy se marchita en el andén, en vano.

 

 

El tren, implacable, se alejaba,
llevándose consigo su destino,
y Eva, con el corazón en un hilo,
se quedaba en el andén, triste y callada.

 

 

El andén se llenó de melancolía,
como un océano de recuerdos y desencuentros,
y Eva, con sus lágrimas en la poesía,
seguía el tren que se llevaba sus inviernos.

 

 

Partió Eva en aquel andén,
con el corazón herido y tembloroso,
un adiós que resonó como un crujir de tren,
y en el alma, la nostalgia se hizo doloroso.

 

 

Y yo, desde mi rincón, la vi partir,
con la esperanza marchita en sus pupilas,
un amor que se desvanecía al partir,
y en el andén, quedaron huellas sencillas.

 

 

En aquel andén partió Eva,
con la mirada perdida en el tren que partía,
y yo, en silencio, quedé entre la bruma,
muriendo de pie tras su despedida.

 

Quizás Romeo murió envenenado,

pero yo morí de pie tras tu despedida,

entre la bruma y el gentío aglomerado,

el amor se fue, sin remedio ni salida.