Lara A.

Un absurdo

Una vez que pasó la tormenta; volví a sentir ese silencio de penumbras...

Como si nunca hubieras existido; tus recuerdos se volvieron ceniza que el viento llevó, y puedo recordar vagamente la intensidad con la que tus ojos conectaban con los míos.

Te fuiste; al fin te fuiste.

Pero no voy a negar que, cada vez que frecuento un lugar que volvimos nuestro; mi corazón late más fuerte, haciéndose notar entre los engranajes que mueven sistemáticamente mi cuerpo desde tu partida.