Entre aquellas nubes se despliega el firmamento, yo bajo aquel viejo árbol, recuerdo cuando vi aquellos destellos fugaces en tus ojos brillantes.
El frío conspiraba con el corazón, en este encuentro,
donde percibi una dejadez de tristeza y dudas galantes.
Reflejos del ayer caen en mi ventana,
como un recuerdo taciturno invade a mi ser meditabundo.
Aunque no te veo, siento que en algún lugar llueve, que emana,
la lluvia de este sentimientos que en mi pecho ronda.
Es solo un reflejo de lo que antes fue mi presente,
digo presente porque en el pasado fuiste un regalo sublime.
En tus brazos, mis tristezas hallaron consuelo, dulce y ardiente,
naufragué entre versos y recuerdos, sin medida.
Me pregunto si sientes soledad más allá de la distancia,
si añoras esos momentos que en tu pecho se resguardan.
Estés donde estés, seguiré mi camino con constancia,
navegando entre estrellas y nubes, como un sueño que se guarda.
Quizá como Adán, me pierda en calles solitarias,
olvidando el andén de aquel pasado fugaz.
Aunque no te vea, la distancia es ilusoria, extraordinaria,
seré el mar que intenta alcanzar a su luna en cada anochecer, sin rendirse jamás.
Aun en el recuerdo de tu caricia, como el sol al atardecer,
cuando el azul se tiñe de melancolía en despedida.
No te habré olvidado, mi querida dama,
porque en mi alma, eternamente, perdurarás para toda la vida.
En el vasto cielo, donde el tiempo se desvanece,
tu recuerdo y amor perdurarán sin fin entre nubes y estrellas...