¡Sobre el Clavel y la Rosa!
Entonces, ÂżquĂ© piensa el Clavel y la Rosa, los de la suntuosa esencia, del rojo escarlata y el carmesĂ que es sangre viva, del verde y blanco, colores que la vida les concede y que la muerte, sin clemencia, les arrebata? ÂżQuĂ© piensan? Si del aire se sirven con ufana vanidad, Âżno debieran, oh ingratitud, agradecer al viento su perfume, las ambrosĂas esparcidas, la soberana dignidad de sus pĂ©talos fugaces?
Que no presuma yo de lozanĂa ni de la vieja sabidurĂa que se viste de espinas; Clavel ungido de soberbia, Rosa marchita en su destreza. Ambos se deshacen entre las horas: galán de prosa, dama de versos, reposan juntos en el vasto jardĂn donde descansa la frágil vanidad de tantas cosas.
¡Flores dadivosas... vaya ironĂa! ¡castas y hermosas!
¡No dejéis de ser clavel y rosa, en éstas, las prosaicas lides de una vida!
Racsonando Ando