Nitsuga Amano

El lamento de las horas

Es triste ver los minutos pasar, sin tu presencia,
las agujas del reloj marcan las ocho en su ausencia.

 


Preparo un té amargo, como cada tarde eterna,
un asiento vacío, testigo de mi espera sempiterna.

 

 

Es triste ver las horas desvanecerse sin razón,
algo falta en este instante, sin comprender su adición.

 


Salgo por las calles, divagando sin rumbo aparente,
estirando piernas y brazos, buscando alivio en el presente.

 

 

Una pena que las horas pasen sin huella ni memoria,
el pensamiento anterior, difuminado en la historia.

 


Son las diez y los versos brotan con su propia vida,
despilfarrando párrafos, rimas que de lágrimas se desprenden perdidas.

 

 

Emergen del vergel las bellas prosas en su fragancia,
resuenan las consonantes, heridas en la sangría danzan.

 


Es una lastima que sean las once y algo se extravíe,
siento que falta, y así, en sueños logro recordarte y revivir.

 

 

En la cadencia de las horas, en el paso inexorable del tiempo,
busco tu imagen en el espejo de mis sueños, en su aliento.

 


Y en ese encuentro onírico, donde el pasado y el presente se abrazan,
el llanto se derrama, recordándote, amándote en nostalgias entrelazadas.